lunes, 12 de octubre de 2015

PRESENTACION



Zaratustra tenía su cueva en la montaña, Merlín  su cueva de cristal, el oráculo de Delfos una cueva en la isla del que tomaba su nombre, Yo, el Oráculo del Temple, tengo mi cueva en la soledad de la noche oscura  de mi alma, en un valle perdido que una vez fuera quizás el refugio de San Juan De La Cruz. Los profetas como Nostradamus o los videntes como San Juana de Arco o los mencionados en apariciones en las que han recibido mensajes para ser transmitidos que a la vez que los de los profetas, son dados a la humanidad para enmendar errores y evitar consecuencias, los oráculos de Dios, a diferencia de ellos, no solo hemos oído  o visto hechos que pudieran ocurrir, sino que se nos ha permitido vivir hechos que han ocurrido o están por ocurrir y no nos toca a nosotros pedir por arrepentimiento o enmienda de actos, solo nos concierne narrar nuestra experiencia en esta dimensión cósmica maravillosa, sin agregar ni quitar, sin pedir ni callar pues nada detendrá lo que escrito está. 

La memoria y la inteligencia, la naturaleza y el universo mismo, con toda su informática acumulada, son al igual que el hombre, tan solo coparticipes de un plan divino al que ha sido destinada toda la creación, solo que ellos entienden, a diferencia del ser humano, que solo existe una voluntad y que nada ni nadie será capaz de modificar o destruir.  El Temple fue creado al igual que todas las cosas, para cumplir con este objetivo, sin el desgaste de fuerzas que un día se enfrentaron en su forma pura de energía, creando la materia, energía contenida dentro de un campo  que ha contenido además, en la conciencia del hombre, conceptos como tiempo y espacio, que fuera de este campo no existen. La creación del Temple fue catalogada como una locura de Dios representado por el arcano mayor en la figura del loco, yo mismo debo compartir esta locura que ha llegado a mí, no sé si mediante seres de luz  que han sembrado en mi mente estos pensamientos o ideas para escribir estas páginas, o han sido átomos que se han reinstalado en mi cuerpo físico, cargando informática de otros cuerpos que han vivido esta historia, yo a pesar de haberme negado a escribir estas páginas he sucumbido al imperativo que hay dentro de este yo, y solo espero equivocarme o en ser traicionado por mi imaginación, sin esperar ninguna recompensa, solo la satisfacción de haber cumplido con  mi deber así tenga que sucumbir en mi puesto de batalla si ese es mi destino al cual no he tenido acceso ni se me ha permitido indagar.

El Oráculo Del Temple

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